Como si fueran pocos los dilemas que tenemos en la vida, siempre los de afuera (que son de palo, pero parlantes), nos agregan nuevos. Y,a lo largo de nuestras vidas, tenemos que ir respondiendo preguntas que, cronológicamente, nos hacen los molestos de turno:

"Podés decir maaaaaaaaaaa-má?"

"¿Ya vas al baño solito?"

"¿Ya sabés escribir tu nombre?"

"¿Cambiaste los dientes de leche?"

"¿Cuándo vas a ser abanderado?"

"¿Ya sos señorita?"

"¿Ya debutaste, campeón?"

"¿Qué carrera vas a seguir?"

"¿Ya conseguiste tu primer trabajo?"

"¿Y, te independizaste de los viejos, ya?"

"¿Cuándo te recibís?"

"¿Para cuándo los confites?"

"¿Cuándo agrandan la familia?"

"¿Para cuándo el hermanito?"

"¿Se van a mudar a algo más grande?"

"¿Vas a llevarte a vivir con vos a tus viejos?" (1)

"¿Ya tenés la menopausia?"

"¿Fuiste a Schwaneck?"

"¿Te vas a jubilar, o seguís trabajando?"

"¿Cuándo se hacen un viajecito, ahora que los hijos ya se casaron?"

Y la pregunta que sigue, cronológicamente, es la que le queremos hacer a esos preguntones que nos han vuelto locos con su curiosidad insana:

"¿Cuándo pensás MORIRTE?"

(1) Lo cual me lleva a la pregunta: ¿Para qué querremos irnos de la casa de nuestros viejos, si después, cuando sean viejos, tenemos que volveeer a traerlos con nosotros, no?.