17 febrero, 2006

A la relación entre compañeros de trabajo y nuestra persona la comparo con los matrimonios arreglados. En definitiva, uno no los elige. Pero tiene que convivir con ellos, te los pusieron ahí; y son así, te guste o no. Puede eventualmente nacer una relación buena, una relación de amor, una relación de camaradería; de indiferencia, una relación de tolerancia; de intolerancia, de enemistad, competencia y hasta de odio absoluto (como en los matrimonios!) y pase lo que pase no te podés divorciar a menos que te saques el quini. No hubieras elegido a uno de esos personajes por nada del mundo. Pero hay que conocerlos, aceptarlos y estar ocho, diez, (horas más, horas menos), horas compartiendo el día, el espacio físico, el clima, la cafetera, las galletitas, la impresora, los días buenos, los días malos, los brindis de navidad, el sueño del lunes a la mañana, el calor, el buen humor, el malo, el baño... Creo que si logramos que las relaciones prosperen sin altercados, es que nuestro matrimonio por arreglo ha funcionado. Alelúia.
Eso sí. Por más bien que esté todo, no te comas las madalenas rellenas porque buen "marido" o no, sos hombre muerto.

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